Ellos están bajo la severa vigilancia y cuidado de un personaje designado por el Cargonte, llamado el Capataz. Está premunido de un látigo fabricado con cueros de llama y que tendría que usar para castigar a los que transgreden las normas o amenazan a sus artistas o "maestros". Llegado el cortejo a la puerta de la Iglesia en la Plaza de Armas, los músicos se situarán en un flanco del que puede distribuirse proporcionalmente la música y el Capataz en el grupo pero no intervendrán. Estas principalmente decidirán la cantidad de Estaciones a desplegar, y la cantidad de pasos o respuestas que cada danzaq desplegará. Efectuado el sorteo, inicia la competencia o atipanacuy el danzaq ganador, con la primera Estación. Mientras no se dé la orden de cambio de estación, los músicos ni los danzaq pueden cambiar arbitrariamente a otra estación. Ejecutado un paso dentro de una Estación, el contrincante tiene la obligación de responderle sin repetir los movimientos exhibidos sino haciendo uso de su diversidad y variedad, pero sin salirse de la Estación ni del patrón musical. Si un Danzaq repite los pasos expuestos por el primer danzarín, será la señal de su rendición, por lo cual, los capataces ordenarán el cambio de estación. Si no hubiera esta anticipada rendición, se cumplirán los tiempos que hubieren sido pactados, por ejemplo, cinco entradas por cada estación. Pasada la siguiente, se cumplirá el mismo patrón: una entrada del primero, la respuesta del contendiente. Y así sucesivamente, irán desplegando Estación tras Estación.
Se calcula que cada paso no debe exceder de unos tres minutos como máximo, de manera que cada treinta minutos sea posible cambiar de estación. Sólo en la estación de Prueba y de Pasta, los Danzaq pueden recurrir a la intervención de sus músicos o de personajes particulares, e inclusive podrían utilizar elementos externos necesarios.